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DEBATE: Mentes materiales
20 de noviembre de 2023 - 19:30 h a 21:00 h
Fruto de una investigación financiada por el European Research Council (ERC), y que terminará en el 2027, el Instituto de Neurociencias y el Instituto de Ciencias del Patrimonio, los dos Institutos del Consejo Superior de Investigaciones Científica (CSIC), están colaborando junto con otras dos instituciones, como son la Universidad de Sussex (Reino Unido) y el Instituto de Arqueología Prehistórica y Protohistórica de la universidad de Kiel (Alemania), en averiguar si los cambios en las formas materiales a través de la historia, permiten entender cómo surgió y cómo evolucionó la racionalidad de la especie humana. Para dar respuesta a estas preguntas, los investigadores realizan trabajos de campo y experimentos en diferentes contextos arqueológicos y sociedades vivas en Europa, la India, África y América del Sur.
INFORMACIÓN
🗓️ Fecha: Lunes 20 de noviembre 2023
🕐 Horario: 19:30 a 21:00
📍 Lugar: IVAM CADA Alcoy
📝 Inscripciones: Formulario de inscripciones
PONENTES
D. Luis Miguel Martínez Otero, director del laboratorio de Neurociencias Visuales en el Instituto de Neurociencias de Alicante, CSIC-UMH
Director del laboratorio de Neurociencias Visuales en el Instituto de Neurociencias de Alicante, CSIC-UMH; se doctoró en la Universidad de Santiago de Compostela trabajando con Antonio Canedo, y realizó su formación posdoctoral en la Universidad Rockefeller, Nueva York, con Torsten N. Wiesel. Su laboratorio intenta comprender cómo el cerebro construye la percepción visual del mundo y cómo estos mecanismos cerebrales pueden ayudarnos a diseñar nuevas aplicaciones informáticas o a entender el significado biológico del arte, la estética o la moral. Su trabajo ha sido reflejado en programas de televisión (tres14, La Noche Temática, Channel 4-UK) y revistas de divulgación (Redes, Quo, Muy Interesante, New Scientist, Scientific American). Desde abril de 2009 coescribe el blog The gray matters.
D. Felipe Criado-Boado, director del Instituto de Ciencias del Patrimonio (CSIC)
Licenciado por la Universidad de Santiago de Compostela en 1982 y doctorado en 1989. Es profesor titular de la USC desde 1991. En 2000 se incorporó al CSIC como Profesor de Investigación en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento . Desde 2003 es Coordinador Científico-Técnico del Área de Humanidades y Ciencias Sociales.
Su mayor aportación fue la definición y consolidación de la arqueología del paisaje : Neolítico , megalitismo , edad del bronce , cultura Castrex o arte rupestre . Fue creador en 1991 del Grupo de Investigación de Arqueología del Paisaje de la Universidad de Santiago de Compostela. Este grupo se integró en 1997 en el Instituto Tecnológico de la USC como Laboratorio de Arqueología y Formas Culturales. En mayo de 2010 pasó a ser una unidad asociada al Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento del CSIC como Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT) integrada por más de una treintena de investigadores y técnicos.
En 2008, un artículo del profesor de la USC Xosé Carlos Bermejo Barrera crítico con el método de investigación arqueológica del equipo de Felipe Criado Boado y la Xunta de Galicia fue censurado por el CSIC.
La Asociación Europea de Arqueólogos (EAA), segunda asociación de arqueólogos más importante del mundo después de la Society for American Archaeology , lo eligió presidente para el período comprendido entre el 04/09/2015 y el 01/09/2021.
En 2023 , como director del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, recibió el premio de Humanidades Ramón Menéndez Pidal en categoría senior. El ministerio destacó sus estudios recientes sobre «cómo el mundo que construimos y habitamos cambia nuestra forma de pensar y la forma en que procesamos la información»
MODERADOR
D. Ignasi Grau, Catedrático del Dpto. de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Latina
PROYECTO MENTES MATERIALES
En el principio, el pensamiento intuitivo de nuestros ancestros pudo estar dominado por la mirada horizontal y por el círculo. El ascendente solar y lunar, además del ancho horizonte, pintaría en su inconsciente esas formas hasta dejar huella en los monumentos megalíticos. Más tarde, al albor de las primeras civilizaciones, la conceptualización jerárquica impuso una mirada vertical, y la aritmética del cuadrado sustituyó la magia del círculo. El paisaje empezó a domesticarse y redefinirse bajo cánones e intereses materializados en artefactos, cargados de intención, que a su vez dejaban huella e imponían su forma a las nuevas generaciones.
Partiendo de estas observaciones, el arqueólogo Felipe Criado-Boado, director del Incipit (Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, en Santiago de Compostela) esbozó una pregunta: “Si las distintas acciones humanas sobre el medio pueden comprenderse según el concepto de espacio que tenemos, cada modelo habrá dejado una huella cognitiva. ¿Podemos rastrearla? Fue entonces cuando me puse en contacto con Luis Martínez Otero, del Instituto de Neurociencias (centro mixto del CSIC y la UMH, en Alicante), y con Manuel Blanco, especialista en percepción visual de la Universidad de Santiago de Compostela, con los que hubo una conexión inmediata y empezó a coger forma el proyecto”.
Ensanchando las fronteras de la conciencia ambiental
El proyecto Mentes materiales o completan el alemán Johannes Müller (arqueólogo de la Universidad de Kiel) y el inglés Andy Clark (filósofo cognitivo de la Universidad de Sussex), y tras un largo proceso de selección se alzó en noviembre con la cotizada Synergy Grant, de la Agencia Europea de Investigación, subvención que financia aquellos proyectos que exploren las fronteras del conocimiento con una perspectiva interdisciplinar. El equipo investigará, entre otros aspectos, cómo el mundo artificial (ciudades, edificios, artefactos) altera nuestra forma de procesar la información, nuestros patrones de pensamiento y de atención, lo cual parece obligado a medida que nuestra sobreexposición aumenta.
¿Qué hace un arqueólogo entre disquisiciones sobre el espacio, la mente y la materia? Pues arqueología del paisaje y arqueología cognitiva, disciplinas a las que Criado-Boado ha dedicado buena parte de su carrera y que tratan de dar respuesta a preguntas universales: ¿Cómo sentían y pensaban nuestros antepasados? ¿Cómo veían el mundo? ¿Su cosmovisión era más o menos fiel al mundo que la nuestra, hoy en día tan cuestionada? Su paradigma de realidad, en principio intuitivo y práctico, dependía de unas condiciones materiales naturales que la ideología o la religión fueron tergiversando y aun lastran nuestra mirada.
‘Mentes extendidas’
¿Qué hemos ganado o perdido desde entonces? ¿Cómo ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con el mundo y con los demás según nuestro entorno? Se quiere estudiar la variabilidad cognitiva, por ejemplo, cuando aprendemos una lengua, se articula una estructura gramatical en nuestra mente, pero cuando esa lengua muere ese tipo de estructura se pierde. Lo mismo pasa cuando nuestra mente interactúa con los estímulos del paisaje. A medida que lo transformamos esas estructuras se pierden. La globalización tecnológica parece tender a homogeneizar nuestra experiencia o percepción de la realidad, afectando a la variabilidad cognitiva.
Por eso la investigación no tiene solo profundidad histórica, sino relevancia social y científica, con aplicación en campos tan dispares como las humanidades o la inteligencia artificial: “En neurociencia hay ahora una teoría en punto crítico. El paradigma de procesamiento predictivo, según el cual la mente no es algo aislado en el cerebro, sino la interacción del cuerpo y su entorno. Nuestro modelo interno, basado en la memoria, reconstruye o anticipa lo que ocurre fuera para darle la forma unitaria que necesitamos. Es una teoría que nace en el siglo XIX y decayó en el siglo XX pero que en el siglo XXI ha vuelto con fuerza, conectando con la filosofía de nuestro colega Andy Clark y su concepto de Extended mind (mente extendida), que postula que la mente no se limita al cerebro, sino que se extiende a los objetos que nos rodean.
Este paradigma relacional sostiene que nuestra percepción no es la captación pasiva de una realidad objetiva, como hemos asumido, sino un proceso de inferencia activa, “una especie de alucinación controlada” por esa relación recíproca entre el cuerpo y su ambiente. Esto tiene sus ventajas y riesgos. Porque, ¿y si el primitivo pensamiento mágico que siempre hemos reducido al animismo era una forma intuitiva de reconocer esa eco dependencia o el rol activo del paisaje? ¿Y si la religión primero y el materialismo luego nos han llevado a someter, inutilizar y plastificar el paisaje, insonorizándonos de él en una realidad alternativa impregnada de ideología?
¿Nos manipula el mundo artificial?
A través de una monumentalidad como las pirámides de Egipto estaban construyendo sujetos sumisos, que cuando veían que el faraón se había personificado en ellas percibían su poder. ¿Es extrapolable ese efecto a la Era digital? Johannes Müller señala en un artículo de la Universidad de Kiel que la materialidad, es decir, los objetos cotidianos y el entorno construido, desempeña un papel en nuestro procesamiento de información comparable al lenguaje: “A través de su diseño y efecto, los objetos encarnan estándares e ideas. Ver no es algo objetivo, sino que depende de los contextos en los que vivamos, pero también de las relaciones de poder que nos determinan. La mirada estandarizada puede servir como medio para ejercitar el poder (…). El proyecto se centra en el potencial de acción de la cosificación en la historia del mundo. Esto es de gran relevancia especialmente hoy, cuando la comunicación tiene lugar cada vez menos a través de la escritura y la percepción juega un papel clave en las tecnologías digitales”.
El psicólogo y nobel de Economía Daniel Kahneman, en su trabajo sobre los sesgos cognitivos, explica el efecto priming recordando que “vivir en una cultura que nos envuelve con cosas que nos recuerdan el dinero puede modelar nuestro comportamiento y actitudes de un modo que desconocemos”. Desde el plástico al asfalto están cargados de referencias que pregonan usabilidad y la extienden y fijan al paisaje, facilitando nuestra vida en un sentido, pero constriñendo nuestra interpretación del mundo en otro.
La cuestión se complica en el simbólico entorno virtual, que manipula nuestra atención bajo técnicas descritas por numerosos estudios, como confirma Luis: “Son herramientas que generan adicción precisamente a través de los estímulos”. Así visto, el mundo artificial que creemos pasivo nos induce o predispone cognitivamente para una concepción determinada del mundo, de nosotros mismos y de nuestras relaciones. ¿Es fiable ese paradigma ante las crisis que sufrimos o se avecinan? ¿Tenemos derecho a otras formas de vida o les hemos cerrado la puerta bajo esa rigidez material? ¿Podrían la economía circular y los materiales biodegradables romper moldes y liberar el paisaje y nuestra mirada en una mayor interrelación?
Arte, naturaleza y pensamiento mágico
Los dólmenes son la primera arquitectura monumental que tenemos en la fachada atlántica europea y una de las primeras del mundo. En el 4.300 a.C. la Europa atlántica sufre un cambio radical: por primera vez los humanos hacen modificaciones ostensibles artificiales del mundo que le cambian la faz, y lo hacen además para permanecer en el tiempo. Para muchos arqueólogos eso significaba un cambio de destrezas técnicas, pero para mí el interés estaba en cómo había cambiado su concepción del espacio y el tiempo. Ahora sabemos que se debe al modelo interno. Los humanos nunca hacen nada para lo cual no dispongan de conceptos. Si tienes un concepto de espacio que dé por buena la naturaleza tal como es y censura su modificación, no harás construcciones que la modifiquen. Porque aquí hay otro concepto clave: la estadística sensorial. El mundo en el que estás produce una serie de estímulos que da lugar a una señal estadística determinada. Si vives en Galicia rodeado de verdes tus estadísticas visuales están dominadas por el verde.
El escritor Alejo Carpentier atribuía el componente mágico o maravilloso de la realidad y literatura latinoamericanas a la exuberancia de su paisaje. De ahí la importancia de un proyecto que integra las ciencias humanas y naturales en torno a su eslabón perdido: la mente. “Tras tres duras fases de evaluación, uno de los miembros del panel nos dijo: ‘Este proyecto es excepcional, porque es justo lo que nos falta para cerrar nuestra comprensión de cómo se construye la conciencia. Lo hemos estudiado en cuanto a las relaciones sociales, los procesos neurológicos o la psicología individual, pero nunca en relación al ambiente o entorno material”.
Indolentes ante la contaminación o el impacto paisajístico
Inmersos en una cultura más familiarizada con la tecno-diversidad que con la biodiversidad, lo extraño es que esto no se estudiara más, y puede que la razón nos la dé Borges, quien en su cuento Del rigor en la ciencia narra la historia de un imperio cuyos cartógrafos alcanzan tal precisión que crean un mapa capaz de confundirse con el territorio y sustituirlo. Es la cima de un orgullo que el tiempo acabará desgarrando en jirones de ruinas falsas. En los 80 el filósofo Jean Baudrillard ilustraba con esta fábula cómo la globalización ha materializado la cultura occidental hasta envolvernos de un simulacro “más real que lo real”. Una ilusión material más política que científica que revela su inconsistencia cuando choca contra la realidad, que tarde o temprano impone sus límites.
Límites planetarios como el climático, que llevan tiempo llamando a la puerta de ese simulacro pero que en 2020 la han derribado del aldabonazo. El mismo año en que el peso de la tecnosfera ha superado por primera vez en la historia el de toda la biomasa del planeta, según este importante estudio publicado en la revista Nature. Este sobrepeso es más reciente de lo que solemos pensar: si en 1900 la masa artificial era similar al 3% de la biomasa, desde el final de la Segunda Guerra Mundial se ha multiplicado bajo la llamada Gran aceleración. En los últimos 20 años el incremento se ha doblado hasta superar la biomasa total, dando un vuelco al equilibrio planetario. Los investigadores advierten que de seguir este ritmo en 2040 la masa antropogénica triplicará la natural, que mientras tanto está en retroceso. De hecho, Baudrillard añadía: “Si fuera preciso retomar la fábula de Borges, hoy serían los jirones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Los vestigios de lo real”. Todo eso que marginamos y reducimos a decorado turístico o negativo del progreso. ¿Cómo hemos podido equiparar el valor de la materia desechable a la del mar, los montes, el sol o los bosques y perder nuestra humildad y asombro ante ellos?
Quizá el motivo sea esa cosificación cultural que ha canonizado nuestra mirada y estética. Lo que al principio reducíamos a contaminación visual reveló luego una contaminación acústica, y luego también lumínica; y lo que al principio reducíamos a un problema estético luego resultó ser higiénico y por último sanitario. Como si la conciencia fuese poco a poco asumiendo el politraumatismo que venía sufriendo. Nuestro cerebro es muy dicotómico y esas asociaciones son fuertes porque el umbral del gusto y de las emociones oscila entre extremos. Por eso estamos también interesados en el efecto de la materialidad a través del arte”. Su conjetura es que los estilos artísticos deberían dejar una firma cognitiva y se plantean estudiar si estas interpretaciones formales del mundo influyen en la toma de decisiones morales.
La resistencia de la materia
El acrónimo XSCAPE con el que denominan el proyecto intenta dar idea de los múltiples paisajes (landscapes, cityscapes, skyscapes, seascapes…) que nos condicionan, con sus distintas oportunidades y limitaciones. El equipo, que reunirá a más de 40 personas y tiene por delante 6 años de investigación, estudiará la relación de distintas comunidades con esos ambientes, desde poblaciones rurales y urbanas occidentales a comunidades árabes o culturas del desierto y de medios andinos, cazadores recolectores en medio de la selva o de la sabana… Harán experimentos de percepción, no solo visual, que permitirán registrar el comportamiento perceptual que la materialidad genera sobre ellas. La sede del Incipit, en la Ciudad de la Cultura de Galicia, en Santiago, prevé albergar una bóveda para proyecciones inmersivas y algunas simulaciones consistirán en recreaciones virtuales tanto de firmamentos celestes pasados o futuros, como de paisajes prehistóricos o arquitecturas.
De alguna forma, entornos materiales más complejos parecen explicar la aceleración de tiempo histórico que vivimos. Aceleración que el escritor Stefan Zweig atribuía al siglo XIX en estos términos: “Durante los miles y tal vez cientos de miles de años transcurridos desde que la singular criatura llamada ser humano pisara la Tierra, no hubo ningún otro medio de locomoción terrestre superior a la carrera de un caballo, a una rueda en marcha o a un barco de vela o a remo (…). Inalterablemente alejados en el espacio y en el tiempo, los países están tan separados unos de otros en la época de Napoleón como bajo el imperio romano. La resistencia de la materia aún prevalece sobre la voluntad humana”.
Para ilustrar esa aceleración, Zweig añadía como contraste: “El siglo XX, si baja la vista, se encuentra un mundo sin secretos. Toda la Tierra ha sido explorada, los más lejanos mares surcados. Las regiones que apenas una generación antes aún permanecían dichosas y libres en la penumbra del anonimato, atienden ahora servilmente a las necesidades de Europa (…). El último rincón despoblado, las selvas del Amazonas, es víctima de la tala”. Irónicamente, tras doblegar aquella resistencia en el mundo artificial que hoy nos rodea entre crisis sanitarias y ambientales, el instinto natural de la voluntad humana ha terminado haciendo frente a la doble resistencia, física y simbólica, de la materia.